sábado, 10 de enero de 2009

Capítulo 9

Mardfoodle

El vigésimo tercer intento había fallado de forma tan estrepitosa como los anteriores.
De la casa salía humo de diversos colores por las ventanas abiertas, por debajo de las puertas, por cada pequeña rendija…
Mardfoodle Camlost salió tambaleándose. Estaba cubierto de hollín. O al menos eso parecía. La barbita de chivo y las pobladas cejas estaban completamente revueltas, tanto que parecían los bordes deshilachados de unos calzones de lana de mala calidad. Si los calzones eran la cara del hombre, desde luego la calidad era ínfima. Era alto y delgado. El pelo que le quedaba era una cascada de nieve que descendía desde una pequeña calva incipiente en torno a un rostro arrugado y lleno de pequeñas manchas que estaba contraído por el esfuerzo que suponía respirar. Arrastraba una túnica raída de color marrón con adornos de plata que le iba grande, posiblemente para que los numerosos bolsillos secretos cosidos al interior de la prenda no fueran tan obvios. Era una práctica habitual entre magos, «Cuantas más cosas lleves, menos dependes de los demás», le había dicho una vez su maestro, « Y si explotan cuando intentan robártelas, mejor».
El anciano se llevó el dorso de la mano a la boca y comenzó a toser mientras el humo de colores le salía por los orificios nasales y entre la comisura de los labios.
Llamó a voces a su aprendiz, que se personó ante él tan rápido como sus rechonchas piernas le permitían. Era un muchacho de unos quince años, y a juzgar por su aspecto los había dedicado exclusivamente a comer.
El rollizo aprendiz hizo una reverencia y se dirigió a su maestro.

- ¿Quería algo, mi señor?
- Que dejes de comerte hasta los rabos de las manzanas… - contestó el hombre antes de que una fuerte tos lo aquejara. Carraspeó para aclararse la garganta y se dirigió de nuevo al chico- Maldita sea, si tuvieras que elegir entre respirar o comer a todas horas no me cabe duda que escogerías lo segundo. Pero no te he llamado para eso… tráeme la bacenilla… tengo aldmir en la vejiga…
- ¿Disculpe…? – balbuceó el aprendiz.
- Por los Dioses, ¿además de parecer una de esas grotescas focas del Cabo de Sarion careces de oído? – escupió airado – Tengo que mear restos de sustancia mágica que se encuentra dentro de mi organismo tras una exposición prolongada a los vientos mágicos. ¿Prefieres que te mee en la boca acaso? Aunque seguro que te lo tragarías con gusto, maldita sea. Tragarías con gusto hasta las piedras de aquel muro.

El muchacho, ruborizado, asintió y anadeó hasta entrar en la casa contigua. Era una casa de madera de roble, bruta, sin pulir. Parecía haber sido levantada recientemente y a toda prisa. La vivienda contrastaba con la que se alzaba a su lado. A pesar del humo que la cubría podía verse que era antigua y de materiales de calidad. Las piedras escogidas con ojo experto encajaban a la perfección unas con otras y formaban un precioso mosaico de colores desde el frío gris hasta el cálido rojo. Cada cinco piedras se podían ver runas talladas, cuya función era sin duda la protección mágica de aquella edificación.
«Maldito sea el día en que decidí aceptar este ballenato como aprendiz» se quejó Mardfoodle sacudiendo la cabeza.

El chico apareció al cabo de un rato llevando un recipiente metálico.

- Trae aquí eso – gruñó el anciano mientras le sacaba el objeto de las manos.
- Mi señor… ¿puedo preguntar por qué tiene que orinar ahí en lugar de hacerlo en el campo o en el excusado? – inquirió el muchacho con un hilillo de voz.
- Félix, Félix, Félix… ¿Cuántas veces tendré que decirte que no se debe contaminar el entorno con energías mágicas? – contestó Mardfoodle chasqueando la lengua mientras se subía la túnica raída hasta la cintura - Recuerda el incidente con las hormigas gigantes el mes pasado… Los campesinos casi nos queman porque se comieron sus vacas y construyeron la entrada de su hormiguero en el templo de Augnelos. – ahogó un gemido mientras los residuos de aldmir salían al exterior – Lo cual, por otro lado, es irónico teniendo en cuenta que Augnelos es el Dios de la naturaleza… No hay quien entienda a estos devotos…

Mardfoodle tendió la bacenilla llena de líquido amarillo brillante al chico e hizo un gesto para que se la llevara. La cogió con torpeza y caminó con dificultad mientras mantenía en los brazos extendidos el orín con un tenue brillo.

- Ten cuidado con… - el estruendo lo interrumpió -… esa estaca...

Félix se levantó, pálido como un fantasma, tembloroso y lloriqueando. El líquido se había derramado por el suelo y manchaba algunas zonas de la túnica del muchacho.
Desafortunadamente no era sobre lo único que había caído.

- Esperemos que esa araña encuentre el hormiguero en el templo… - comentó despreocupado el anciano atusándose la barbita de chivo – Será mejor que refuerce los conjuros de los muros antes de que los campesinos relacionen «araña gigante» con «Mardfoodle Camlost». Últimamente pasa más de lo que a mí me gustaría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ASE GRASIA XQ AVLAN DE PIS

Lo siento, tenía que decirlo xDDD